divendres, de febrer 19, 2010

La voz a ti debida, Pedro Salinas

Lo prometido es deuda, diuen, així que aquí us deixo alguns poemes de La voz a ti debida de Pedro Salinas; un compendi que caldria considerar com un únic poema.


Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¿Qué alegría más lata:
vivir en los pronombres!

Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes del mundo,
sólo tú serás tú.

Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiedo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelvo ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
“Yo te quiero, soy yo.”



Cuando tú me elegiste
-el amor eligió-
salí del gran anónimo
de todos, de la nada.
Hasta entonces
nunca era yo más alto
que las sierras del mundo.
Nunca bajé más hondo
de las profundidades
máximas señaladas
en las cartas marinas.
Y mi alegría estaba
triste, como lo están
esos relojes chicos,
sin brazo en que ceñirse
y sin cuerda, parados.
Pero al decirme: «tú»
-a mí, sí, a mí, entre todos-,
más alto ya que estrellas
o corales estuve.
Y mi gozo
se echó a rodar, prendido
a tu ser, en tu pulso.
Posesión tú me dabas
de mí, al dárteme tú.
Viví, vivo. ¿Hasta cuándo?
Sé que te volverás
atrás. Cuando te vayas
retornaré a ese sordo
mundo, sin diferencias,
del gramo, de la gota,
en el agua, en el peso.
Uno más seré yo
al tenerte de menos.
Y perderé mi nombre,
mi edad, mis señas, todo
perdido en mí, de mí.
Vuelto al osario inmenso
de los que no se han muerto
y ya no tienen nada
que morirse en la vida.


¿La oyes cómo piden realidades,
ellas, desmelenadas, fieras,
ellas, las sombras que los dos forjamos
en este inmenso lecho de distancias?
Cansadas ya de infinitud, de tiempo
sin medida, de anónimo, heridas
por una gran nostalgia de materia,
piden límites, días, nombres.
No pueden
vivir así ya más: están al borde
del morir de las sombras, que es la nada.
Acude, ven conmigo.
Tiende tus manos, tiéndeles tu cuerpo.
Los dos les buscaremos
un color, una fecha, un pecho, un sol.
Que descansen en ti, sé tú su carne.
Se calmará su enorme ansia errante,
mientras las estrechamos
ávidamente entre los cuerpos nuestros
donde encuentran su pasto y su reposo.
Se dormirán al fin en nuestro sueño
abrazado, abrazadas. Y así luego,
al separarnos, al nutrirnos sólo
de sombras, entre lejos,
ellas
tendrán recuerdos ya, tendrán pasado
de carne y hueso,
el tiempo que vivieron en nosotros.
Y su afanoso sueño
de sombras, otra vez, será el retorno
a esta corporeidad mortal y rosa
donde el amor inventa su infinito.

P.S.: no sé si el primer el vaig arribar a llegir en alguna lectura poètica. Si no ho fou, és un altre deute pendent.


5 comentaris:

  1. Déu n'hi doret quines reflexions més profundes. Sembla que no, però té un interior una mica infinit (com que l'infint pot ser només "una mica"...xD)

    És d'aquells escrits que cada vegada que els llegeixes prenen un sentit nou, que se suma als anteriors.

    Una meravella que ara tornaré a llegir.

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  2. Hòstia, hòstia, hòstia!

    Què gran!

    Quina imaginació tan brutal.

    "Posesión tú me dabas
    de mí, al dárteme tú.

    Uno más seré yo
    al tenerte de menos.
    Y perderé mi nombre,

    de los que no se han muerto
    y ya no tienen nada
    que morirse en la vida.

    están al borde
    del morir de las sombras, que es la nada.

    corporeidad mortal y rosa
    donde el amor inventa su infinito."

    Això s'ha d'imprimir!

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  3. ¡Oh! El amor que inventa su infinito. Estoy levitando.

    Gràcies Natxo

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  4. Si es que Don Pedro....Si m'ho permets, afegiré uns dels meus versos preferits:
    (...)Pero no importa, ya.
    Conmigo está, me arrastra.
    Me arranca del dudar.
    Se sonríe, posible;
    toma forma de besos,
    de brazos, hacia mí;
    pone cara de mía.
    Me iré, me iré con ella
    a amarnos, a vivir
    temblando de futuro
    a sentirla de prisa,
    segundos, siglos, siempres,
    nadas. Y la querré
    tanto, que cuando llegue
    alguien
    -y no se le verá,
    no se le han de sentir
    los pasos- a pedírmela
    (es su dueño, era suya),
    ella, cuando la lleven,
    dócil, a su destino,
    volverá la cabeza
    mirándome. Y veré
    que ahora sí es mía, ya.

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  5. Moltes gràcies Ingrid per els versos que ens apropes.

    Era un autèntic geni de la paraula.

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