que al final me perdí
cómo matan aquellos recuerdos
que se acuerdan de ti.
Luis Gómez Escolar
No tengo una familia que defender, ni una casa que habitar, ni un lugar en el mundo que desee convertir en eterno a lo largo del tiempo; pero lo más doloroso es un adiós cuando no hay nada que despedir, cuando no tenemos sinó sólo una amistad que no nos dejaron llevar mecida a nada más.
Mis ojos balancean las miradas entre los suspiros y los recuerdos; ahora que las olas de la playa me susurran que nadie sabe dónde estás. Quizá las florecientes mandrágoras a mis pies tengan razón; y la verdad es que no quieren decírmelo.
Es doloroso el adiós... Duele en lo más profundo del alma, al saber ésta que la falta de tiempo que nos están robando deja un vacío negro que hubiese podido ser un edén.
Los fantasmas arrastran sus condenas por no saber cómo calmar la sed de sus ánimas... pero creo que si el viento pudiese gemir entre mis dedos tus cabellos, ambos sabríamos que realmente queríamos escribir aquellas páginas entre las flores de nuestros cuerpos.
Es doloroso el adiós... Saber que las líneas de tus manos dibujan mi recuerdo; que mis pies deambulan buscando tu sombra. Que no existe cama en la que poder dormir si la respiración de la otra mitad no está acariciándonos.
Es doloroso recordar el adiós sabiendo que no lo deseábamos; pero que la noche más traidora de la vida nos obligó a ello, y todavía nos arrepentimos cuando el mar nos abraza y sentimos las lágrimas vertidas en soledad.
Todavía busco tus besos entre la vida, pero no sé en qué puerta debo llamar para encontrar tu chimenea...
Es doloroso el adiós cuando llega, siempre, demasiado pronto...
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